CAMPACARMEN: UNA NOVENA DISTINTA
Acabando ya el verano, y volviendo la vista atrás, recuerdo con cariño los días que hemos
pasado con los más jóvenes en un campamento atípico que hemos hecho entre el Desierto y
Caravaca de la Cruz.
Atípico, porque ha sido de campo y urbano, ha sido como dos campamentos en uno con su
parte de monte y su parte urbana, y también porque entre juegos y dinámicas, hemos vivido la
novena del Carmen de forma fresca y juvenil.
Los primeros días los pasamos en el Desierto. Allí los jóvenes pudieron profundizar un poco
más en la figura de María. No ayudamos para ello del librito del campamento, donde estaban
las oraciones diarias, las explicaciones, y cada día profundizábamos en una virtud mariana: la
acogida, el servicio, la piedad, etc.
Tras unos días en el Desierto, en los que quedamos muy agradecidos a la comunidad por la
ayuda que nos brindaron y su disposición para facilitarnos la labor tanto en lo espiritual como
en lo material, partimos para Caravaca de la Cruz, donde nos esperaba la ola de calor más
fuerte de este verano.
Nos hospedamos en un pabellón deportivo municipal que el ayuntamiento gentilmente nos
había cedido. Los días pasados ahí fueron estupendos.
Allí pudimos ganar el jubileo, visitando la santa Cruz, corrimos por las fuentes del Marqués,
realizamos una etapa del Camino de S. Juan de la Cruz, la más divertida, la de Nerpio, y
participamos con las buenas gentes de Caravaca en la novena, la fiesta y la procesión.
En la Víspera del Carmen el P. Ángel preparó una preciosa vigilia con participación de los más
jóvenes del CampaCarmen, muy tierna y emotiva que gustó a grandes y pequeños, al final de
la cual se impuso el escapulario a todos los jóvenes.
Finalmente, como el reloj no perdona a nadie, consumimos nuestro tiempo, y tuvimos que
volver, y dejar esas tierras que tan bien nos acogieron y donde tan bien se lo pasaron los
muchachos.
Han pasado las semanas, y el cansancio normal que trae la organización y desarrollo de este
tipo de actividades ha pasado. Queda un recuerdo dulce de unos días pasados en familia. Esta
familia que es el Carmelo, donde deseo que siempre haya sitio para todos.
No puedo acabar estas líneas sin dar las gracias a las comunidades del Desierto, de Caravaca y
como no, a la de Burriana que asignó a dos frailes esta labor, como a todos y cada uno de los
educadores, monitores, cocineras, etc. Desde los jóvenes con menos experiencia hasta los
adultos. Cada uno ha aportado su granito de arena: su testimonio de fe, que tanto necesitan
estos jóvenes. Juntos hemos creado algo bello. Muchas gracias. De corazón.
Aquí podéis ver algunas de las fotos.